(Por Israel Aparicio)
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Elaboración
Una vez nos hemos decidido por una opción, llega el momento de ponernos manos a la obra. Empezaremos por la opción más compleja: la elaboración de una dieta natural adecuada, y a continuación evaluaremos las características fundamentales para elegir un buen pienso.
Lo primero que debemos tener presente es que la carne (o el pescado) deben de constituir tres quintas partes (al menos) del menú diario. Otras variantes como la conocida dieta BARF pueden aumentar este porcentaje, pero en ningún caso debe ser inferior. Como hemos comentado antes, los perros son eminentemente carnívoros y su principal fuente de proteína ha de ser de origen animal. C
Así pues, con esto en mente y para conseguir un equilibrio apropiado, una buena formulación sería, respecto a la cantidad total a elaborar:
- 65% de carne o pescado (elegido de una única fuente, para favorecer su digestión)
- 15% de cereal (proveniente, de nuevo, de una sola fuente)
- 18% de verduras y/o legumbres (de 3 fuentes distintas para aportar variabilidad a la dieta)
- 2% de extras
Vamos a repasar ahora un poco más en detalle cada uno de estos componentes pero conviene destacar que no es necesario (ni sano para nuestra salud mental) obsesionarse con el estricto cumplimiento de estos porcentajes hasta el miligramo.
- Carnes y pescados: Dentro de la carne pollo, ternera, vaca, pavo, cordero, cerdo o buey serán las más comunes, aunque también se pueden incluir vísceras dentro de este grupo como corazón, lengua, hígado o riñones. Y ésta debería de alternarse (una o dos veces por semana por ejemplo) con pescado (ya sea fresco, como salmón, bacalao, lenguado o merluza, o enlatado y conservado en aceite de oliva como sardinas o atún).
- Verdura y legumbres: Contamos con una gran variedad para elegir entre las aconsejadas, que son: remolacha, brócoli, zanahorias, repollo, espárragos blancos y verdes frescos, espinaca, guisantes, verduras de hoja verde, judías verdes, alubias, lentejas, garbanzos, coles de Bruselas, coliflor, calabaza, repollo, lombarda, berza, apio, col rizada, brotes de alfalfa o de soja, champiñones, calabacines, batata dulce, nabos… En cambio, tomates, patatas, pimientos y berenjenas están desaconsejados en aquellos casos de perros que padezcan síntomas de artritis, dificultades respiratorias o perros con parásitos internos o externos.
Además, dentro del porcentaje de verduras y legumbres, se puede incluir hasta un 5% de frutas tales como manzana, pera, naranja, limón, lima, mandarina, pomelo, sandía, melocotón, arándanos, frambuesa, albaricoque, uva (¡pero siempre sin pipa!) o plátano. No obstante es importante tener en cuenta que debido a su tiempo de digestión distinto (una media hora), es recomendable que no se administren al mismo tiempo que el resto de la dieta para así evitar causar problemas gástricos. La única excepción es la manzana, que sí puede darse mezclada con el resto de alimentos.
- Cereales: Los cereales, como aporte de hidratos de carbono, pueden constituir hasta una quinta parte de la dieta, aunque no obstante su uso es bastante controvertido y son objeto de acalorado debate en lo referente a la nutrición del perro. Los defensores de las dietas libres de cereal (y de gluten) exponen que resulta una fuente de alimento menos natural para un perro. Sí es cierto que en estos alimentos ya se había realizado una predigestión por parte del herbívoro, por lo cual es importante suministrarlos siempre cocinados.
El arroz integral bien lavado (para eliminar el almidón), la quinoa, la cebada o la avena, siempre bien cocidos para facilitar su digestión.
- Extras: Para terminar de completar una dieta completa, debemos rematar con una serie de extras que ir variando regularmente con objeto de conseguir un aporte lo suficientemente variado. Las constantes eso sí deberían de ser una cucharadita de aceite de girasol con cada comida, una pizca de sal del Himalaya y alguna especia como cúrcuma, orégano o hinojo. Otros posibles extras pueden ser:
- Huevos: alternados con otros añadidos distintos, de modo que a la semana no consuma, en el caso de un shiba, más de un huevo entero. Siempre cocidos, incluso con su cáscara bien limpias y trituradas en polvo. Contiene proteína de alto valor biológico y en el caso de la cáscara, un más que destacable aporte de calcio.
- Derivados lácteos: si bien la leche de vaca no es recomendable, otros como el kéfir, el yogur natural con lactobacilos (rico en probióticos), el queso fresco o blando y la cuajada natural sí son apropiados y es conveniente añadirlos regularmente, aproximadamente unos 50-100gr a cada 500gr de ración. No deben tener conservantes ni colorantes, ni sal en el caso del queso.
- Frutos secos: como cacahuetes, nueces, avellanas, piñones o almendras, siempre sin aditivos y sin sal. Son una fuente de proteínas y de grasas, aunque es mejor evitarlos en el caso de alergias alimentarias.
- Alfalfa y otras hierbas como perejil, hierbabuena, romero o tomillo. Se pueden incluir como hierba fresca o a modo de las especias que mencionábamos al principio.
- Otros: Dátiles, higos…
En resumen, como hemos visto, existen multitud de opciones a la hora de confeccionar la dieta, si bien existen algunos alimentos “prohibidos” los cuales debemos siempre evitar (¡será por otras opciones!), como son: la cebolla, el chocolate, las nueces de macadamia, los pipos de uva y el aguacate.

Para complementar la dieta, es recomendable añadir periódicamente, a gusto nuestro y de las necesidades de nuestro can, uno o varios de los siguientes complementos:
- Huesos recreativos: por ejemplo, rodilla o fémur de bovino.
- Vinagre de manzana: además de resultar un desinfectante natural y ayudar al sistema inmune del perro, un chorrito añadido a la ración diaria contribuirá a eliminar el olor a carne del aliento de nuestro compañero, que puede resultar desagradable para algunos.
- Levadura de cerveza: una cucharadita regularmente resulta en una excelente fuente de vitamina B para nutrir la piel y el pelo.
- Vitaminas B, C y E: recomendable su uso bajo supervisión veterinaria, ya que debe controlarse su administración a fin de evitar producir otros problemas. En diversas etapas como la muda o la gestación, sí pueden ser recomendables.
- Tripa verde: el cuarto estómago de los herbívoros rumiantes, un aporte ocasional ayuda en la digestión y refuerza el sistema inmune del animal.
- Aporte extra de calcio: no debería de ser necesario si se han seguido las recomendaciones anteriores, pero en caso de serlo (recomiendo bajo prescripción veterinaria) se pueden usar suplementos específicos de carbonato de calcio “camuflados” con la dieta para conseguir que nuestro perro la ingiera.
Cantidades
La última pieza clave a la hora de preparar una dieta natural para nuestro perro es determinar la cantidad adecuada para proporcionarle a diario. Y es que esta depende de numerosos factores como el nivel de actividad, la etapa desarrollo del perro, sus ciclos biológicos, el clima y de su peso.
Para la ración diaria para un perro adulto, en un estado normal, el peso debería de estar entre un 2 y un 3% de su peso. Si bien es común usar el peso actual del perro como baremo de medida, en mi caso considero más conveniente usar su peso ideal medio (dependiente de su raza y edad) como base. Para perros anormalmente grandes o pequeños dentro del estándar de su raza podemos variar ligeramente esta cantidad hacia arriba o hacia abajo, pero en el caso de perros de un tamaño “normal” para su raza conseguiremos a la vez ayudar a regular su peso dentro de los márgenes deseados. En cuanto a suministrar un 2 o un 3%, esto dependerá principalmente del nivel de actividad del perro:
- Para un perro con un nivel de actividad bajo será suficiente con un 2% de su peso ideal.
- Para un perro con un nivel de actividad medio, aproximadamente un 2,5% de su peso ideal.
- Para un perro con un nivel de actividad alto, que realice ejercicio frecuente, lo recomendable es un 3% de su peso ideal.
En el caso de cachorros de hasta 10 meses de edad, que se encuentran en plena etapa de crecimiento, lo más recomendable para garantizar que la cantidad ingerida se adecue a sus necesidades es calcular, aquí sí, el peso en función de su tamaño actual, en concreto un 10% de éste entre los 2 y los 4 meses reduciendo paulatinamente un 2% cada 2 meses más, hasta llegar a los 10 meses de edad donde normalizaríamos ya a la cantidad de un adulto (entre 2 y 3% del peso ideal).
Dada la gran cantidad de factores que pueden afectar en mayor o menor medida a la cantidad de alimento necesario de nuestro perro, lo más sano es controlar periódicamente su peso y asegurarnos así que no aumenta o disminuye de forma notoria
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